lunes, 16 de octubre de 2017

Un arte.


El arte de perder.

El arte de perder no cuesta tanto irlo aprendiendo
(insisten las cosas hasta tal punto en perderse, que el llanto por ellas dura poco)
Y el espanto por perder algo cada día, rosas que se deshojan, horas, llaves, cuanto
pueda ocurrirsele a uno, no es tanto.
Practica entonces perder mas, y goza el ritmo de la pérdida,
su encanto:

Pierde ciudades, nombres,
y en Lepanto pierde una mano, un destino, una moza:
nada de esto sera para tanto.

Perdí el reloj de mi madre, y el manto con que cubría mis hombros,
la loza en que tomaba el té, pero igual canto.

Perdí mi tierra, mi rumbo y aguanto de lo más bien tanta perdida.
Es cosa de acostumbrarse: no, no es para tanto.

Perderte a ti, por ejemplo, tu encanto y tu cariño perder, dolorosa prueba seria,
pero nunca tanto
(aunque parezca condena espantosa).


Un arte...

El arte de perder no es difícil adquirirlo,
tantas cosas parecen empeñadas en perderse,
que su perdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta el tumulto de llaves de puertas perdidas,
la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.

Practica entonces perder más aún, y mas rápido:
lugares, nombres, y el sitio al que se suponía que viajarías.
Nada de esto sera un desastre.

Perdí el reloj de mi madre y mira
¡La ultima o penúltima de tres casas que amaba se fue!
el arte de perder no es difícil adquirirlo.

Perdí dos ciudades, ambas adorables.
Y, mas ampliamente, algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
los echo de menos, pero no fue un desastre.

Hasta al perder a ti (La voz Bromista, un gesto de amor)
no habré mentido. Es evidente que el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir
aunque parezca por momentos un desastre.


Este arte de perder...
No, no es difícil adquirir el arte de perder:
hay tantas cosas empeñadas en perderse, que su perdida no importa.
pierde algo cada día, acepta el río de llaves que se pierden, horas malgastadas.
No, no es difícil adquirir el arte de perder.
Practica entonces perder más, más rápido:
nombres, lugares, ¿para a donde ibas?
Ninguna de estas cosas es desastre.
Perdí el reloj de mi madre, y ¡Fíjate! la ultima o la penúltima casa querida que tuve.
No, no es difícil adquirir el arte de perder.
Perdí mis dos adoradas ciudades, e incluso algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no es un desastre.
Incluso si te pierdo a ti
(tu voz bromista, esos gestos que adoro no habré mentido.)
Es obvio que el arte de perder no cuesta ni tanto adquirirlo
aunque por momentos parezca que sí es un desastre.


Elizabeth Bishop

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