viernes, 10 de octubre de 2014

Lola

Recuerdo en aquellas mañanas donde el viento soplaba expansivo, la travesía que incluia una siesta a lo largo de esta ciudad un poco mas eterna. Recuerdo que al llegar debía cruzar un puente caminar que me llevaría junto a la mano de mamá a otro universo paralelo que en mi mente desconocía, Estaba segura de que no sabía si era seguro querer conocer lo que estaba descubriendo, y pasamos y caminamos mucho y luego de un largo camino en el desierto, había descubierto que no todo era tan malo como pensaba, que no debía temer a lo que estaba conociendo, porque en su lugar las badeas florecían sobre los techos, y las flores mimaban a las paredes de sus casas, que el ambiente de placidez que emergía salia de la cocina en el interior de aquel lugar, y que la mano amiga que ahora me abraza no era nada mas que el futuro, el futuro incierto que parecía no cambiaría jamas, un futuro que tomaba mi mano, caminaba a mi lado y me brindaba las mejores caricias y cariños que podría haber conocido. La noche se acercaba y con ella un poco mas el final de nuestras vidas, la incertidumbre era olvidada y la costumbre un aferro al cual no quería descocerme..
Estaba segura de que era real, de que estábamos existiendo, que alguien cuidaría mis manos cuando llegase el momento y entonces la realidad se hacía presente, no eramos muchos aquellos, solo eramos entes existiendo, Entes solapados en rompecabezas de mil piezas convergiendo en uno solo.

Pero cuando el representante del miedo cambia de decisión, entonces era imposible huir, solo quedaba la negación y la aceptación de que un día volveremos aquellos tiempos que nos alejaron de lo que somos ahora.

No siempre el miedo es malo, la sorpresa del miedo a veces es reconfortante, pero cuando el miedo es la perdida entonces habría que atarnos las manos, sellarnos la boca,  y tragarnos las lagrimas,porque algo era cierto, si ya no fue antes, ahora en aquel futuro que ya es existente, entonces ya no sera jamas.


                                                                                                                                Genesis.

lunes, 14 de abril de 2014

Suspiro nº 6







"Decía mi abuela que cuando una mujer se 
sintiera triste lo mejor que podía hacer era 
trenzarse el cabello; de esta manera el dolor 
quedaría atrapado entre los cabellos y no 
podría llegar hasta el resto del cuerpo; había 
que tener cuidado de que la tristeza no se 
metiera en los ojos pues los harìa llover, 
tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros 
labios pues los obligaría a decir cosas que no 
eran ciertas, que no se meta entre tus manos
-
me decía- porque puedes tostar de más el café 
o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le 
gusta el sabor amargo. Cuando te sientas triste
niña,
trénzate el cabello; atrapa el dolor en la 
madeja y déjalo escapar cuando el viento del
norte pegue 
con fuerza. 
Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo
todo, 

es fuerte como las raíces del ahuehuete 
y suave como la espuma del atole.
Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña, 
aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia, 
no la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, 
porque fluirá en cascada por los canales que la luna a trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza...

y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontraras pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello."

sábado, 15 de marzo de 2014

Él.

Él.
Él era bueno inventando colores para mi..
creando el azul entre nosotros, haciendo de mi corazón un océano infinito en noches de luna llena..
preguntándome de mi color preferido entre ligeros cabellos, respondiendo que era nuestro sin preguntar a nadie mas, para creer que nosotros inventamos colores cada día..
Y cazando entre magnificas miradas "Cariño, si amas o quieres, no importa mientras sea conmigo" 
y la cálida sensación de sus manos al rozar las mejillas.

Él, que me hacia sonreír, mientras me hablaba al oído inventando historias de nosotros, de llegadas tardes, correteando lunas en el horizonte para alcanzarnos y el llamante sol salía y calentaba sus manos entre flores para que jamas les faltara vida.

Él. que me hacía contar números con los dedos porque era nos gustaba crear la inocencia de nosotros y guardando lo que quedase por si nos faltaba mirarnos mas.
Él hablándome de llantos y manzanas y pinturas que jamas veré, entreteniéndome mientras acariciaba la dulzura de sus flamantes dedos, y ruborizando la tarde para jamas perder la costumbre que hasta que el sol se sentía pálido entre nosotros en las tarde de invierno.

Él que me hablaba de todo y siempre cuidándome desconcertadamente, y yo amando esa estúpida indignación de pensar que podía perderlo y es que mientras mas se acercase la hora de alejar la flor que tanto cuidaba, se preparaba para la noche que debía de arrebatársela, porque era su esperanza, su admiración, y la paciencia de lo que mas amaba en su interior extrañamente edificado.

Ella era de tan poco, lo mas grande que tenía.
lo mas dulce y lo mas cálido que quemaba con furia en la ciudad que roleaban en las noches
Ella era entre casi noches sin dormir, y llamadas perdidas, el murmullo de las voces 
entre Rosas, cuya mirada solo era a una sola.
Sin duda podía perderse todo, menos la casualidad oportuna de mirar aquella flor,
aquella que era única, y aquella que era su flor.
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