Recuerdo en aquellas mañanas donde el viento soplaba expansivo, la travesía que incluia una siesta a lo largo de esta ciudad un poco mas eterna. Recuerdo que al llegar debía cruzar un puente caminar que me llevaría junto a la mano de mamá a otro universo paralelo que en mi mente desconocía, Estaba segura de que no sabía si era seguro querer conocer lo que estaba descubriendo, y pasamos y caminamos mucho y luego de un largo camino en el desierto, había descubierto que no todo era tan malo como pensaba, que no debía temer a lo que estaba conociendo, porque en su lugar las badeas florecían sobre los techos, y las flores mimaban a las paredes de sus casas, que el ambiente de placidez que emergía salia de la cocina en el interior de aquel lugar, y que la mano amiga que ahora me abraza no era nada mas que el futuro, el futuro incierto que parecía no cambiaría jamas, un futuro que tomaba mi mano, caminaba a mi lado y me brindaba las mejores caricias y cariños que podría haber conocido. La noche se acercaba y con ella un poco mas el final de nuestras vidas, la incertidumbre era olvidada y la costumbre un aferro al cual no quería descocerme..
Estaba segura de que era real, de que estábamos existiendo, que alguien cuidaría mis manos cuando llegase el momento y entonces la realidad se hacía presente, no eramos muchos aquellos, solo eramos entes existiendo, Entes solapados en rompecabezas de mil piezas convergiendo en uno solo.
Pero cuando el representante del miedo cambia de decisión, entonces era imposible huir, solo quedaba la negación y la aceptación de que un día volveremos aquellos tiempos que nos alejaron de lo que somos ahora.
No siempre el miedo es malo, la sorpresa del miedo a veces es reconfortante, pero cuando el miedo es la perdida entonces habría que atarnos las manos, sellarnos la boca, y tragarnos las lagrimas,porque algo era cierto, si ya no fue antes, ahora en aquel futuro que ya es existente, entonces ya no sera jamas.
Genesis.